Texto y fotografía: Joel Cruz
El sur de Bogotá encendió de carmesí su alma metalera durante el pasado ocho de octubre, y la cosa no fue para menos: la noche de domingo, elegida usualmente por la mayoría para el descanso de la semana, fue al mismo tiempo un espacio crucial para la horda devota a Deströyer 666, que se encontró una vez más con esta eminencia surgida de la agreste tierra australiana; aunque hoy por hoy, alimentada por sangre internacional.
Desde hace unos buenos años, la jauría comandada por el veterano K.K. Warslut se viene fortaleciendo por un talento fresco, experto en darle buena lectura a los himnos inmortales de su esencia thrash black. No obstante, en el mejor escenario (el que más nos gusta), sin adornos ni palabras demasiado melosas, esta manada apocalíptica dejó nuevamente sobre la tarima y la euforia de sus fans colombianos todo el poder veloz y despiadado típico del metal en su vena más clásica. En una conjunción de cabezas agitadas y voces bañadas de cerveza, el compás infernal de aquella noche, donde Jersey Bar fue una breve embajada del Inframundo en la Tierra; por si fuera poco, auspiciada en principio por la naturalidad impetuosa de los sonidos criollos…
Como dice Venom: “Chaos in Hell!”
Aprovecho para saludar al headbanger que arrancó su fiesta personal un poco temprano, debido a que, mientras la primera banda cargaba su arsenal para entregarlo todo en el show, nuestro amigo sucumbió a la tentación de besar el suelo tras caer en las redes de Morfeo, desde ahí hasta horas más tarde. Si estás leyendo esto, espero que tu tránsito por el Tártaro de la resaca haya sido lo menos angustioso posible, aunque te hayas perdido un concierto magnífico.
¡En fin! mientras el curioso personaje exhalaba sus últimos respiros de pogo y camaradería, la quietud silenciosa del sitio se quebrantó con el acto blasfemo de Descontrol, cuyos integrantes no tuvieron reparo en abrir la velada ante la timidez del poco público presente en dicho momento, que aun así respondió bastante bien a la presentación, tal vez porque notaron en ella que la brutalidad ya había empezado a echar hondas raíces en el ambiente.
Lo siguiente fue un llamado directo desde el manicomio…Synaptic, trio de fuerte espíritu thrasher compacto y «directo a la yugular». Inspiración de antaño con matices death, acompañada de letras en torno a las enfermedades mentales. No hubo píldoras prescriptas para contrarrestar esto, sólo adrenalina para calentar al público. El asunto seguía por buen camino: Resurrection Hell agrietó el suelo con tal atrevimiento, que desató las llamas originadas al crear un híbrido entre la efervescencia y la ultratumba en las dosis más mórbidas, hijas naturales de la tradición profana de la antigua Europa, pero en un sentido más arraigado a su arte, al minimalismo de Suramérica. Preciso, implacable; mención destacable al bajista-vocalista Wilmer Evilkiller, uno de los músicos que mejor se supo conectar con los espectadores, previamente a lo que ofrecería Deströyer 666.
El nivel de magma aumentaba y los siguientes invitados no hicieron más que subir la apuesta: Posesión, engendro de tres mentes que respiraron ante las almas metaleras una invocación de maldad que recuerda de inmediato la voz provocadora de la música extrema, plasmada en concierto con actitud y ensayos exhaustivos, pero sin adornos. El cierre de los actos colombianos llegó con la aclamación general a Tumulario, recibidos con vitalidad y gente que apoyó religiosamente los coros de sus temas más reconocidos. Impregnados de la vieja guardia más subterránea, los capitalinos ofrecieron una muestra de que su nombre no pasa desapercibido en el ámbito local. Además, con la novedad de que justo ahora tienen reseñado en sus redes un nuevo álbum, llamado Vociferaciones.
La calidad tanto de las composiciones, como de las mismas cualidades interpretativas de cada agrupación de hecho, debería ser un compromiso para que en conjunto todas ellas crezcan tanto en el plano conceptual como sonoro, pues realmente tienen una sustancia muy sólida para entregarle al público que ya vienen adhiriendo a sus filas, y por supuesto, la gran posibilidad de aumentarlo.
Una jauría hambrienta de metal: El retorno de Deströyer 666 ante una luz de sangre
La ansiedad terminó con las correcciones de sonido pertinentes: la iluminación rojiza nos entretuvo el cansancio y en menos de un parpadeo, como un fénix incandescente que violentamente esfuma la penumbra, la banda de K.K. Warslut llegó y se apoderó del escenario… ¡entrando como Pedro por su casa! Para abrir el recital optaron por Rise of the Predator, del año 2000; la señal de que el líder renovaría el pacto con su manada ya estaba sellado, así que Never Surrender le daría paso a esta fiesta, como una declaración de principios que incita a enseñarnos que el sonido áspero y salvaje madura, pero nunca pierde valor. Fue, entre otras cosas, muy sencillo recordar su videoclip, comparándolo con la versión en directo que estábamos apreciando.
Junto a Mr. Warslut estuvo el chileno Felipe Plaza Kutzbach, reconocido también como Savage Agressor en la legendaria agrupación sueca Nifelheim, hizo lo propio en las cuerdas graves y los coros. Al igual que el fundador de Destroyer…entregó un carisma impecable al público y como un detalle hacia los comienzos de la escena colombiana, su camiseta de Reencarnación fue un empuje visual perfecto para la ocasión.
Wildfire, Guillotine y A Breed Apart constituyeron la continuación de este poderoso arsenal. La batería Kev Desecrator prácticamente no dio tregua. A pesar del punto excesivamente eufórico de la presentación, la gente estaba más interesada en divertirse con el concierto, en lugar de buscarse problemas, al menos en la mayor parte del encuentro. De hecho, esta ola infernal se sintió más como un rito de respeto hacia el otro y una camaradería clandestina, espontánea.
Para este momento, la agrupación decidió recordarle a su manada que «somos los dioses de la guerra» con I am the Wargod, clásico infaltable y a la vez, una de sus mejores composiciones, una que retrata muy bien qué significa su largo trayecto por el Highway to Hell que AC/DC describió en 1979, y que no pocos recorreríamos para cruzarnos con el metal extremo finalmente.
La brutal Sons of Perdition y el cántico Trialed by Fire hicieron que la guitarra de Bez (B. Throatslitter) tomara más fuerza todavía. Un buen concierto de metal no es nada sin los testimonios directos de quienes lo respiran todos los días y a cada maldito segundo. Por lo anterior, le pedí a Mafe, una amiga muy conocedora de Deströyer 666 y quien además lucía en su chaleco un excelente parche de Nifelheim, que me diera su versión resumida de lo visto y escuchado a su criterio en Jersey Bar:
Bueno… se sabía que venían a presentar su nuevo álbum “Never Surrender”. En mi opinión, es un poco más directo, sin perder la esencia de thrash black «vieja escuela», con los tradicionales riffs melódicos y los solos de guitarras con influencia heavy metal. En tarima, la misma agresividad que los caracteriza; recuerdo que en 2016 fueron más agresivos con el público… Bueno, en 2018 regresaron con un contundente cartel bandas de heavy metal nunca antes visto en Colombia. Esta vez estuvieron en Bogotá, con buen cartel de bandas nacional y mucha influencia black thrash. Vi una asistencia fiel a los «lobos australianos». ¡Ah! y no nos faltó el cover de ‘Iron Fist’, que ya nos tiene acostumbrados a cerrar sus shows he, he, he, he…
Así fue: la banda nos envió casi al final himnos de la talla de Australian and Anti-Christ y Satanic Speed Metal. La clausura, homenajeando a la figura de Lemmy y Motörhead fue también el preludio de que la fiesta terminó por esa noche, pero que la vida sigue. Deströyer 666 dio el último rugido, pero algo de su fuego se camufló en el alma de los asistentes. Quizás, esa es la lumbre que nos guía sabiamente entre tantas batallas libradas diariamente, las cuales nos dejan cicatrices en la piel y nos hacen más sagaces con el tiempo, incluso ante la inclemencia de un indolente; tal como luchan los lobos entre la nieve.