Con el tiempo, Rotting Christ pasó de ser un brote local del género en su país de origen a convertirse en un fragmento indispensable en la lectura musical de una cosmovisión concreta
En 1987, el metal extremo aún estaba adquiriendo una esencia autóctona; enlazándose paulatinamente con las manifestaciones humanas en cada rincón en el que su velo de inconformismo hacia que lo diáfano hallara buen nido para expandirse y evolucionar.
Grecia, personificación del pensamiento occidental, no fue ajena a este suceso. Bajo el seno de una narrativa entonces novedosa, y que hacía una reescritura de la oscuridad tal y como se solía apreciar hasta dicho momento en las expresiones de la estética masiva, una importante agrupación de black metal se esforzaba por darle sustancia a esta filosofía.
Con el tiempo, Rotting Christ pasó de ser un brote local del género en su país de origen a convertirse en un fragmento indispensable en la lectura musical de una cosmovisión concreta; la misma, en apariencia uniforme y condenada a la hegemonía de una o dos naciones de las heladas regiones de Escandinavia. Pero lejos de ello, con tantas vertientes y, por el contrario, afianzando su unión con el linaje de la Acrópolis, como un episodio notable en la postmodernidad de todo el rock pesado…
Ahora bien, este canto al demonio (como fuerza creadora u opositor de lo divino, ustedes eligen) no podría haber sido confeccionado si los hermanos Sakis y Themis Tolis no hubiesen contado con la suficiente terquedad para sostener la inspiración que la musa pintaba sobre sus notas, dedicadas las esferas del Hades. Desde los días en que su postura metalera más cruda (eso sí, con atisbos inquietantes de sosiego) empezó a sonar con mayor ahínco, la mano calculadora del dios Cronos hizo lo suyo; lo que ha desembocado en sus más de 35 años de existencia como culto ateniense.
En el oficio de aquel metal que han forjado como discípulos de Hefesto, el trance por sus producciones se ha revelado como el fuego sombrío que Prometeo hurtó a las deidades para sorprender a los siervos más fieles del escenario estridente. En la senda, sus incursiones con los apartes melódicos, góticos o death se han transformado, junto a las variaciones que la industria del sonido extremo ha sufrido en su recorrido, salvo por un principio: la honra absoluta a sus raíces black, una cualidad respetada por quienes reconocen su lugar como pioneros en el movimiento underground; en sintonía con esto, uno de los grupos más importantes y apetecidos por los grandes festivales en el mundo, cuyo nombre de pila (aún hoy con los excesos del presente) no está exento de polémica.
La historia de Rotting Christ con Colombia tampoco es nueva. Desde hace casi 25 años, el grupo ha mantenido al país como prioridad en sus diferentes giras por el continente; suceso que, gracias a las Moiras y sus hilos del destino, se repetirá el próximo 21 de febrero en Bogotá (apodada casualmente la Atenas suramericana). El veterano grupo celebrará su extenso y malvado recorrido; además, festejará el próximo lanzamiento de su álbum Pro Xristoy ( Προ Χριστού o Antes de Cristo), número catorce en su discografía y que verá oficialmente la luz en mayo del 2024. Entradas en caciquemx.com.
De esta manera, ustedes, los siervos fieles a la tradición helénica más grande de la epopeya en el universo black metal, no pueden dejar de asistir a este magno culto pagano.
«Cualquier momento puede ser el último. Todo es más hermoso porque estamos condenados». Homero