Por: Joel Cruz
Un puñado de bandas crecen en el mismo vecindario, aprenden cosas semejantes y tienen intereses casi uniformes; lentamente progresan y captan la atención curiosa de los demás. Otras inscriben el significado de un género musical, incluso cuando ni siquiera ha sido bautizado por la muchedumbre (o el marketing). Agregado a lo anterior, una parte de estas terminan por darle significado popular a un sitio como Estocolmo, uno de los puntos más considerables de Escandinavia…
La escuela death del norte europeo llegó a ciertas regiones (cerca o lejos de su punto original) como sangre fresca en las venas del metal extremo, hasta entonces liderado por el pulso de la brutalidad entre los árboles genealógicos de Estados Unidos e Inglaterra, lo que después inclinaría la rivalidad a Suecia. Los noventa venían con unos cambios que se estaban incubando en ese país desde que el pop bailable llenaba pistas a diestra y siniestra; época que demostró la modestia de su industria sonora, en contraste con la sorprendente delantera técnica y el componente creativo que sus artífices daban a conocer desde un ángulo natural. «Lo que se hereda no se hurta», así que la corriente más fuerte de la música en aquella zona también adaptó características parecidas.
En un intento más profundo de relatar los hechos, la fría (fría hasta los tuétanos) y cruda esencia del swedish death metal (el de Estocolmo) nunca quiso traer la alquimia al reino de los taches y las melenas largas, ni robarse el fuego de los dioses para hacer de los metaleros seres más evolucionados intelectualmente. Lo cierto, lo que sí es verdaderamente cierto, es que grupos de esta generación nórdica, como la de Unleashed,aprendieron de lo que pasaba a su alrededor, dieron a conocer un concepto y varios años (y cambios tecnológicos después) siguen dando clase al escenario de hoy, famoso por la sobreoferta de opciones y las ansias desproporcionadas de fama. El señor Johnny Hedlung (voz-bajo) y sus viejos compañeros de batalla, Anders Schultz (batería), Tomas Olson y Fredrik Folkare (en las guitarras), al igual que en sus días de juventud más temprana, van a lo que van, cuando de álbumes y conciertos se trata. Su material grabado lo acredita y su relación con el escenario despeja cualquier duda, pues es muy directa.
Muchos coinciden en que su clásica pieza Where No Life Dwells (vayan a escucharlo cuando terminen de leer, para no perder la buena costumbre) es el centro de una conversación que incluye la forma sobre cómo la música pesada se transformó mientras el grunge era la diva de la radio comercial y los canales de videos, además columna vertebral de una discografía gélida y sin vacilaciones, evoca a su vez días mucho más antiguos, y en los cuales los vikingos se apoderaban de todo lo que su vista alcanzaba a divisar; encajando muy bien con la influencia noventera y que persiste en la actualidad, donde la vanguardia es regla de oro en esta avalancha sonora. Para comprobarlo, escuchen también su pieza del 2021 No Sign Of Life.
Con días y noches de una evolución extenuante, el Unleashed de ahora básicamente ya ha demostrado a la escena todo lo impresionante que es y todo lo que puede seguir haciendo realidad. Si hablamos de un reto, posiblemente sea el de llevar sus siguientes movimientos hacia un peldaño más alto, dentro y fuera de las tarimas. Para grata sorpresa de sus fans, el cuarteto vuelve a nuestra nación tricolor, como parte de lo que será el Colombia Metal Festival, concierto del que hemos hecho buena mención por aquí y cuyos invitados hacen del próximo 8 de noviembre una fecha crucial en el calendario de Bogotá (la banda de Hedlung y compañía reemplazará a los también magníficos At The Gates, quienes cancelaron su presencia recientemente).
Por lo mismo, hagan una pausa en la canción que estén escuchando del grupo y confirmen su presencia en la página colombiametalfestival.com, evento a cargo de Cacique Entertainment. Como dicen en uno de sus temas más recordados: «Una nueva creación pronto se desatará desde las sombrías profundidades…».
