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El caso LINKIN PARK y por qué odiamos tanto a las bandas que no nos gustan

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Por: Joel Cruz

Apenas unas horas de que el sencillo ‘The Emptiness Machine’ ubicara de nuevo como tema central a Linkin Park y se diera a conocer por la web, las acaloradas opiniones no se hicieron esperar.

¿Raro? Nada lejos de la realidad: como si se tratara de un famoso club de fútbol que ficha a un inesperado jugador teatrero en sus filas o la línea de ropa que pone en su valla publicitaria un modelo transgresor, la música también es objeto de entretenimiento, polémica, pasiones y comercio, dólares en cantidades. No finjan sorpresa, varios de ustedes lo saben y son parte de ello.

La agrupación que sacó del anonimato al cantante Chester Bennington (1976-2017) es una marca que tiene hondo significado en la generación Nu metal. El concepto ha tomado más fuerza en medida que los calendarios van cayendo y la nostalgia hace recuento del apogeo mediático que los estadounidenses tuvieron en el pasado.

Su vocalista y miembro fundador se destacaba por mostrarse sincero y sin tapujos frente a aquellos demonios internos que le aquejaron desde su juventud temprana, relacionados con traumas de abusos, depresión y adicciones. En un sentido no amarillista del gesto, el carisma de Bennington hizo que sus fans conectaran con su voz y letras. Su final, por decisión propia, puso en jaque la continuidad de sus compañeros como conjunto. Al menos este era el panorama hace siete años.

Después de esto, las intenciones de LP por seguir existiendo se difundieron masivamente de forma más bien tímida. En septiembre de este año sin embargo, las cosas tomaron un cambio brusco. Primero, la banda anuncia un nuevo álbum, From Zero, y que naturalmente conlleva a una gira por varios países, entre ellos Colombia (segunda noticia). Tercera, la más impactante: es incluida para cubrir el rol de  voces Emily Armstrong, californiana que ha acumulado por décadas una carrera destacable en el rock; eso sí, con algunos detalles personales que dejan muy inquietos a los devotos más fieles de la era Bennington, mientras se convierten en razones de peso para quienes definitivamente no comulgan (comulgamos) con canciones como ‘In the End’ o ‘Numb’, y cuestionan desde la banalidad estas decisiones.

Ahora, el ojo del huracán en la discusión que atañe a Linkin Park y su nueva vocalista deja más interrogantes que respuestas claras, principalmente las de la música como transmisora de emociones. La nueva canción continúa abriendo posibilidades creativas a las cuales el grupo está acostumbrado desde sus comienzos, pese a que las menciones sobre una supuesta identidad en peligro de ser vulnerada con esta inclusión, se siguen notando frescas. Un dilema de hecho, viejo en la escena rockera (no todos pueden ser Black Sabbath, AC/DC o Alice In Chains) en el cual pocos quedan bien librados. Para la muestra, un botón: en el 2013, el mismo Chester Bennington intentó liderar a los Stone Temple Pilots, que en apariencia nunca se pudieron desligar del talentoso Scott Weiland (1967-2015) , aunque están activos actualmente con  Jeff Gut en las voces.

Respondiendo a la pregunta que propone el titular, los amantes del rock somos apasionados hacia todo lo que su vocablo simboliza; sean iconos cuyo estatus se hace más valioso con el tiempo, iconos en términos financieros, o ambas cosas. Esa devoción eventualmente nubla el sentido lógico (principio del fanatismo), contenido ideal al calor de las redes sociales. A partir de tal escenario, factores como el aspecto crítico o el sentido del humor pueden acarrear aprobación y rechazo por igual: esa es la dinámica virtual, el juego por excelencia entre mi subjetividad y la del otro, obligando a que la permanencia en el juego sea extensa. De paso, que la profundidad y la ignorancia de los participantes en el debate sean vilmente expuestas.

Lo que nos queda como fans de la música, es disfrutarla. El rock es sinónimo de libertad para muchas personas, sobre todo quienes ven y sienten ataduras en su cotidianidad. También es derecho a elegir ir al concierto de tu banda preferida y vivir una experiencia absoluta. Esa decisión es valiente; por lo mismo, supera con creces a las críticas malintencionadas que puedan llover sobre aquello que nos gusta y a los seudopuristas del sonido, efigies con pies de barro sobre el agua que anteponen la aceptación social por encima del análisis hacia el entorno propio.

Al final de los días malos la gente puede venir e irse; pero en muchas de estas ocasiones, es la música lo único que nos queda. En días que el «género urbano» se devora los listados populares hasta saciarse de indigestión, hacer que bandas rockeras (así sea Linkin Park) ocupen las primeras planas y los hilos de X (me gusta más Twitter), es un acto enérgico y provocador. Cuando está fuera de los conciertos y no figura en los estudios de grabación, las plataformas o los formatos físicos, ESA precisamente es una actitud rock.

Después de esta onda reflexión les recordamos toda la información de lo que será el show de la banda en Bogotá, recordándoles que los encargados de esta grata sorpresa en cuanto a shows en vivo se trata es Paramo Presenta.
Bogotá, 11 de noviembre Coliseo Med Plus.