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SABBAT: los guardianes del Yomi japonés azotaron una vez más el suelo inmoral de Colombia

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«El hombre sabio siempre está preparado para la muerte; nunca espera que venga antes de tiempo» Yamamoto Tsunetomo

Redacción: Joel Cruz
Fotografía: Cortesía, Oráculo Magazine

De Oriente, un bastión musical lleva 40 años manteniéndose de pie, puntualmente en su Japón de nacimiento. Tierra de altísimos contrastes; de tecnología avanzada, tradiciones inquebrantables y siempre surgiendo con ruido gutural desde sus cenizas. Hace cuatro décadas, la isla del sol naciente le dio como misión de vida o muerte al grupo Sabbat ser ese guardián samurái que protegiera allí el germen del metal extremo. El mismo que hizo brillar su katana días atrás por Colombia nuevamente, en medio de su gira de aniversario por Cali, Medellín y Bogotá.

Haciendo cuenta regresiva, los comportamientos generacionales y los conflictos bélicos entre potencias económicas mutaron. También lo hicieron los adelantos que facilitan (supuestamente) la vida del ser humano, su hambre de comercio, así como su instinto voraz de espiritualidad fingida. El ahora trío, por años al mando de Masaki Tachi Gezol, sigue soportando el rechazo de un imperio consumista, responsable de que su filosofía oscura e intrépida sea constantemente juzgada, presionando también para que la música fuerte contenga tintes  amistosos y mercadeables a perpetuidad. Sabbat, distintivo de una era que en sus comienzos buscaba lucirse con la voz de lo explícito, pero guiada por el arte de una expresión hecha para pocos, jamás le ha interesado someterse a estos principios de moda. En ese afán de aprender y poner en práctica las influencias palpables de su thrash mimetizado a black metal, los japoneses también han comprendido su madurez y su postura de pioneros; grupo de culto y símbolo de respeto entre figuras enormes del estilo, en la onda de Desaster o Darkthrone, que hace homenaje a Gezol en su canción I am the graves of the 80’s.

La muerte del invierno y la nieve ensangrentada de la luz dieron inicio…

Bien entrada la noche capitalina, los death metal finlandeses Cadaveric Incubator profetizaban el buen momento que las circunstancias otorgarían minutos más adelante, por lo que la paciencia generalmente respiró bien en general; eso sí, entre un Ace Of Spades con dificultades en la ventilación, teniendo en cuenta la asistencia tan nutrida que hubo allí desde el ocaso de la tarde.

La fetidez en el sonido grind de los invitados calentó la velada con total autoridad, cumpliendo a cabalidad su tarea como acompañantes de tour para los cumpleañeros y veteranos Sabbat. El dominio de escenario les fue útil en la promoción de su último álbum Nightmare Necropolis, una mezcla equilibrada de brutalidad e inmundicia. Muchas bandas de Finlandia no conciben a sus temas como bien hechos si no estiran hasta el límite las entrañas de su black o death metal. Arte por el arte, dicen por ahí.

Antes de esto, la fecha cachaca del concierto fue inaugurada por Sobibor, dúo que en la actualidad sigue fomentando la opinión acerca del buen balance que el metal primitivo sudamericano está marcando en Europa, con intenciones serias de expandirse. Los invitados nacionales contaron a propósito con buena fanaticada, entonando en su dinámica algunas canciones tanto de Furia y Metal, como de Misantropía, discos obligados en su repertorio.

Culto al Inframundo: el imperio del sol rojo lanzó sin piedad su arsenal sin descanso

La víspera bogotana del Sabbatical 40th Anniversary tour comenzó antes de lo previsto, aunque los asistentes estaban preparados desde temprano para el show. El grupo ya se ha caracterizado por actuar en tarimas colombianas, factor menos importante ante el irrebatible fervor de los espectadores; varios de ellos que repitieron concierto. Algunos por cierto, que llevan años compartiendo con los integrantes de la banda, incluso en el campo musical.

Canciones como Envenom into the Witch’s Hole, Evil Nations y la impactante Satanic Witches’ Fire, junto a Charisma y Darkness and Evil hicieron parte del set que los metaleros pudieron disfrutar en el acto. El cansancio, a veces imprudente  en el buen hábito de la concentración, brilló por su ausencia ante los fuertes coros de la gente, apoyando desde su posición la entonación guerrera de estos himnos febrilmente codiciados.

La experiencia por el contrario, como fiel maestra y consejera del combatiente diestro, le mostró a la escena moderna que la honestidad del metal es una ley más noble y letal que las palabras impulsivas; así mismo, sabe añejarse con el músculo de la sabiduría puesta en la perseverancia. En el caso de los Sabbat, un homenaje sentido a su discografía; vigente con mano de hierro, muy a pesar de las ambigüedades rockeras de Spotify en la actualidad. Heredadas de la crudeza unida en un río de muerte por la genealogía más ruin del heavy, thrash y black metal, pero con el honor de Oriente.