Por: Arturo Poveda
Fotografía: Archivo, Mochila Wild
El pasado 9 de marzo del 2025, Bogotá recibió a la banda noruega de metal progresivo Leprous. El evento se realizó en el teatro Astor Plaza. Desde las horas de la tarde, empezaron a llegar los fanáticos de la buena música para asegurar los primeros puestos y disfrutar lo más cerca posible el espectáculo que se venía. Recién caída la noche, se abrieron las puertas del teatro. No tardó en llenarse el lugar de gritos de emoción y voces ansiosas por ver en el escenario a los seres que los hechizarían con su música.
Cuando las luces se apagaron, Soul Disease rompió la oscuridad en el escenario. La banda colombiana de death metal técnico empezó a calentar la noche con sus virtuosos riffs y growls que hacían temblar las entrañas. La euforia era evidente en los músicos, los cuales también estaban emocionados de tener la oportunidad de pisar el escenario que más tarde ocuparía Leprous. Además, Soul Disease anunció su más reciente álbum titulado Dreamscape. Al final, los vítores del público se alzaron para despedir a los músicos colombianos y esperar con ansias la llegada de los maestros noruegos del metal progresivo.

Unos minutos después, cuando la oscuridad se mezcló con las ropas negras de los asistentes, luces azules iluminaron tenuemente el escenario. De repente unas siluetas aparecieron y deambularon por el lugar. Estas se fueron apoderando de cada uno de los instrumentos musicales. La luz azul empezó a jugar de manera intermitente con otra de tono carmesí. Finalmente, como resultado de su juego revelaron ante el público a la banda esperada: Tor Oddmund Suhrke y Robin Ognedal en las guitarras, Baard Kolstad en la batería, Simen Daniel Børven en el bajo, Einar Solberg en la voz. Ellos estaban listos para darlo todo ante el público bogotano. Traían consigo su música nacida en tierras ignotas para la mayoría de los asistentes y sumergirlos, así como las sirenas lo hicieron con muchos marineros en los días del mito, en una inolvidable noche.
Silently Walking Alone empezó el show. El público grito emocionado. No aguantaron el conjuro desatado en un primer momento por Leprous y decidieron pararse de sus asientos para acompañar en cuerpo y alma los coros. La energía se desató sin piedad al sonar The Price e Illuminate, himnos instaurados por los años de trayectoria en el metal progresivo.
Sin embargo, el hechizo se consumó en el momento en el que la prodigiosa voz de Einar, quien después de realizarse una serie de preguntas profundas, proclamó a viva voz haber escuchado los cantos de sirena. Tal vez, en los primeros versos de Hear the sirens se cuestione este hecho enigmático pero el público metalero colombiano no podía negarlo. Ese canto de la época de los mitos se gestaba esa noche en el frontman de Leprous y arrastraba al público entre olas formadas por tonos que poco a poco se elevaban a niveles indescriptibles.
La noche continuó con uno de sus últimos sencillos Like a Sunken Ship para la luego darle paso al clásico Passing, canción de su primer album Tall Poppy Syndrome. Esta brilló en la noche debido a sus tonos oscuros, los impactantes growls de Einar, la ejecución técnica y precisa de Kolstad en la batería y el solo de guitarra de Ognedal. Sin embargo, esto no fue todo, los asistentes fueron nuevamente envueltos en la melodiosa voz de Einar en Distant Bells.

Puede que en ese momento el público se sintiese como si ya no hubiese más placeres que el oído permitiera disfrutar. Sin embargo, para la alegría de todos, el viaje aún no terminaba. Aún estaban a mitad de camino de las aguas profundas en las que los sumergía Leprous. Los siguientes temas fueron un deleite de arpegios precisos, una batería cada vez más desatada y la voz, guía hacia el delirio, que jugaba con la altura de los tonos en canciones como Nighttime Disguise, Unfree My Soul y Below.
Más tarde, llegó Faceless. Una canción muy especial para la noche, debido a que algunos fanáticos colombianos fueron invitados al escenario. Junto a la banda, corearon “Nerver go alone, never go alone. Nerver the unknown, nerver the unknown”. Sin lugar a dudas, estos eran versos significativos para la noche. Los fanáticos no estaban solos ni en un terreno desconocido: estaban al lado y bajo la guía de los músicos que adoraban.
Al retirarse, los invitados, Einar sorprendió al público con un solo de teclado. Sus manos se entrecruzaban para tocar las notas de manera virtuosa, melancólica y precisa, así le dio paso a Cast away. Finalmente, Slave fue el paso previo al encore, para que el púbico tomase un respiro y se prepara para el inevitable final. Las emociones estaban al límite porque durante este último tema Leprous lució en el escenario una bandera de Colombia, la cual llegó como un ave del destino desde el público.
En el encore, no hubo silencio. La gente pedía más Leprous a grito entero. La banda no se hizo esperar. Desató su melodía con Atonement. El público recibió lo que quería. Sin embargo, fieles a los hechizos realizados esa noche, los músicos no se despidieron hasta que llevó a todos los asistentes a lo más profundo de las aguas musicales. Así, ahogó a los bogotanos entre los sonidos sugestivos de la sección instrumental de The sky is red. Los cantos de sirena habían cumplido con su perverso pero satisfactorio objetivo.
Terminado el show, los músicos en una muestra de humildad bajaron las escaleras del escenario hasta la barrera de seguridad y estrecharon manos y abrazos con los fanáticos. Sin lugar a dudas, fue una noche memorable. En la mitología, el canto de las sirenas lleva a sus víctimas a las aguas más profundas del mar para ser devoradas. Los fanáticos de la buena música al final son marineros masoquistas, suicidas si se quiere. Dejan que la melodía los arrastre hasta lugares insondables en donde experimentan muerte y renacer. Allí, Leprous, se oyen tus cantos de sirena.