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El arlequín cierra el duelo: Lacrimosa vuelve a Colombia

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No sé nada sobre el sol y los mundos, sólo veo cómo se atormenta el hombre.
El pequeño dios del mundo sigue igual que siempre, tan extraño como el primer día.
Viviría un poco mejor si no le hubieras dado el reflejo de la luz celestial,
a la que él llama razón y que usa sólo para ser más brutal que todos los animales.

Fausto, Goethe

Por: Joel Cruz
Son muchos los cambios que ha experimentado la icónica banda alemana desde 1990, cuando un joven Tilo Wolff trazó desde Frankfurt (Alemania), los primeros esbozos de lo que sería su estreno discográfico Angst  en las ligas profesionales.El dominio del darkwave fue la manera básica en la que su cantante mostró su lado desgarrador de la existencia terrenal, con alusiones a la muerte desde un electrocardiograma sin pulso o el «emotivo saludo» al papa Juan Pablo II, cuando sus discursos de alegría navideña eran falacias en los estómagos vacíos de los católicos más pobres. Relatos invernales desde una angustia que adquiere tensión hipotérmica desde los teclados, el tono senil en la voz y su sendero afilado en lengua teutona.

Avanzando abruptamente en el tiempo, Lament (lanzado en marzo del 2025), parece ser una conservación firme de lo que Lacrimosa exalta en una expresión musical de profunda melancolía (me acordé del grabado de Albrecht Dürer, Melencolia I) traduciendo en coros pálidos y arreglos de cuerdas, un distintivo de una meditación sombreada con técnica de carboncillo. Una tristeza suprema y que se acerca a cuatro décadas de ser patentada, tras haber recorrido picos y valles en las rígidas limitaciones del gótico en sus diferentes sonoridades, sean metaleras o no. De hecho, aunque menos fuerte que sus antecesores Testimonium (2017) y Leidenschaft (2022), este larga duración sabe capturar la atención de viejos y nuevos adeptos al grupo. Tal vez, las eras modernas también intentan definir ese desazón de la vida que en el idioma alemán se conoce como weltschmerz.

Lacrimosa ha transitado múltiples etapas con el fin de imprimirle componentes intensos a su línea  creativa. Todo desde una belleza monocromática y lóbrega del amor o la tristeza, en un costado bastante introspectivo; pero que también ha tocado seriamente las vanidades infecundas de la sociedad. En Inferno (1995) por ejemplo, los aditamentos sinfónicos y las voces femeninas hechas por Anne Nurmi dieron el primer cambio esencial al esquema de la banda. Elodia (1999) y Fassade (2001) fueron mucho más allá en la orquestación instrumental y la crítica a las máscaras de lo común. En una senda que marcaría álbumes con giros curiosos hacia las esferas electrónicas y segmentos de producción depurados, la agrupación ha marchado a su ritmo. De esa manera, el cielo puede ser tan caótico como las olas violentas en el mar de Echos (2003), donde el arlequín va tras un rumbo casi incierto, o tan inerte como el caballo negro que carga a Elodia en la portada de Sehnsucht (2009).

Quizás, Lament es la lección aprendida de Tilo Wolff sobre aquello que antes no le había enseñado a la luz pública sobre su alter ego bufonesco, por supuesto, si nos referimos a sus composiciones. El disco es un alumno aplicado de las obras previas y demuestra equilibrio entre sus ratos de vértigo, junto a las partes discretas y sosegadas que le complementan; en un punto solemne de su narración, adoptando los protocolos de la música clásica y olfateando sus excentricidades para emularlas.

Lacrimosa sigue abriendo puertas para llegar presencialmente a los circuitos de Argentina, Chile,
Perú, Ecuador y Colombia. En su tour actual, el mes de mayo pertenece al recorrido latinoamericano, a excepción de nuestro país, donde la fecha de visita está confirmada para el 1 de junio. Con  este nuevo álbum, la banda se halla en una posición ideal para mostrar a los demás una presentación fuera de serie y que pretende reinventar el escenario que sus músicos concibieron desde los años 90.

Las entradas para el concierto de Lacrimosa se consiguen todavía aquí. Lo mejor, desde luego, es no perderse la experiencia, observarla de cerca (o repetirla) y adentrarse en sus tormentas de nostalgia pura.