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Las crestas y su protagonismo mundial dejando por alto el puño del punk. THE CASUALTIES, en Bogotá

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Fotografía y redacción, por: Zulma Palacios

Bogotá vivió una noche de caos glorioso el pasado 12 de junio en el Ace of Spades Club, cuando tres naciones se unieron bajo una misma bandera: el punk. Tres Calacas (Bogotá), Supla (Brasil) y The Casualties (EE.UU.) fueron los encargados de incendiar el escenario con una energía imposible de ignorar.

La noche comenzó con el estruendo ska-punk de Tres Calacas, quienes pusieron a bailar a todo el mundo. Supla, con su estética entre el punk más teatral y la irreverencia carioca, subió la temperatura con una mezcla de provocación y carisma. Fue como ver a un punk romántico que también podría entregarse al caos y el desenfreno en segundos.

Y entonces… llegó el turno de los anfitriones del caos: The Casualties. La banda salió con la energía que los ha caracterizado por décadas, dando un repaso demoledor por su discografía. El público, con crestas, camisetas rotas y sudor en la frente, no paró ni un segundo. Desde ‘We Are All We Have’ hasta ‘For the Punx’, cada canción fue un grito colectivo de resistencia.

La irreverencia, resistencia y calidez con el público hicieron que este show fuera el sello característico que The Casualties siempre busca dejar en cada toque. Desde lluvia de cerveza hasta pogos que se mezclaban con la tarima, los amantes del punk, de la rebeldía y la repulsión a la sociedad tuvimos la oportunidad de desinhibirnos con cada acorde, con cada coro. Cada canción nos transportaba a un rincón de nuestra mente que nos hacia disfrutar más y más de esta presentación.

Si bien, Supla, fue el inicio del desenfreno de la noche con el mosh, la teatralidad descoordinada y sus gestos que evocaban locura y esquizofrenia, David, vocalista de la banda estadounidense no dejó títere con cabeza; pues su fuerza en el escenario, la forma en que se dejaba llevar por los gestos de agradecimiento y rudeza del público hacían que cada minuto fuera eterno y se plasmara con gran orgullo en los móviles de los asistentes o en la memoria de aquellos, que preferían disfrutar de esas horas en el mosh, en los golpes y el desfogue de un buen pogo, de un buen coro, de una descarga de sudor, ira y descontrol.

Dentro de tanta ira y rebeldía al sistema y a todo lo que marca la irreverencia punk no podía faltar el futuro enmarcado en la niñez. Uno de los momentos más memorables fue esa imagen que siempre nos muestra que aún tenemos algo de esperanza, aquí las imágenes hablan más de lo que yo, querido lector les pueda expresar.

Como siempre, el tributo a los Ramones, llegaría con esa canción que ya se volvió ritual, fue cantada a todo pulmón por un público que entiende que el punk no es moda, es supervivencia. Bogotá se convirtió en Nueva York por unos minutos, y todos fuimos parte de esa rebelión.

Tres bandas, tres países, una sola esencia: romper la rutina con distorsión, pogo y fraternidad. El punk no ha muerto, y esa noche nos quedó clarísimo.