Fotografía y redacción: Zulma Palacios
El pasado sábado 26 de julio, Bogotá volvió a demostrar que el metal no solo es fuerza y guitarras afiladas, también es solidaridad, empatía y un abrazo colectivo para quienes no tienen voz: los animales en la calle. La Media Torta fue el escenario de la tercera edición del Capidogs Metal Fest, un festival que ya empieza a consolidarse como una cita esperada por los metaleros y que en esta ocasión reunió a cientos de asistentes, decenas de perritos fueron felices y un puñado de bandas que pusieron el pecho y la música al servicio de una noble causa.
La Media Torta, con aire de tradición capitalina, fue testigo de una jornada que empezó desde temprano con una energía distinta. No se trataba únicamente de ir a ver a las bandas favoritas, sino de llevar bajo el brazo un kilo de comida para perro y sentir que cada riff y cada grito gutural tenían un eco más allá de la música. Este detalle, sencillo en apariencia, es lo que ha convertido al Capidogs en algo más que un festival: en una plataforma donde la rebeldía del metal se mezcla con la ternura de apoyar a los animales.

Las primeras horas estuvieron marcadas por la participación de Radical Knot, Eclipse y Salvaguardia. El eco de sus guitarras y los comentarios del público confirmaron que aportaron potencia y calor al arranque del festival. En cada esquina de la Media Torta había camisetas negras, parches cosidos y sonrisas que recordaban que el metal también puede ser familiar y solidario.
La tarde avanzó con la presentación de Serpentarius, quienes con su propuesta cargada de metal y un sonido denso supieron atrapar a los asistentes. La banda entregó una puesta en escena poderosa, con pasajes instrumentales que llevaban a atmósferas intensas y una voz que retumbaba entre los asistentes de la Media Torta. El público respondió con atención y respeto.
Luego llegó Unchained, una agrupación que desde el inicio marcó la diferencia con un sonido contundente. Sus riffs arrastraban a los asistentes hacia un headbanging inevitable y más de un pogo se encendió en las primeras filas. Era como si la rebeldía del metal se tradujera en pura catarsis, en un desahogo colectivo. Unchained dejó claro que la causa animalista también puede tener un soundtrack feroz y cargado de energía.
Con el sol empezando a descender, fue el turno de Random Revenge, una banda que durante años se ha ganado un lugar dentro de la escena bogotana y que en Capidogs confirmó por qué. Su thrash agresivo y preciso hizo rugir a La Media Torta, con canciones que encendieron a la multitud y pusieron a prueba gargantas, cuellos y zapatillas. Entre gritos y coros, el público parecía decir al unísono que el pogo cada vez era más feroz.

El cierre estuvo en manos de Cobra, una de las bandas más esperadas del cartel. Su heavy metal, cargado de actitud y fuerza, hizo que La Media Torta retumbara como un doberman en plena guardia. Con un sonido clásico y contundente, la banda logró conectar con todos, desde los veteranos de la escena hasta quienes asistían por primera vez. Cada acorde era un recordatorio de por qué el metal sigue vivo, sigue creciendo y, sobre todo, sigue siendo una herramienta de unión.
Más allá de las bandas, lo que quedó grabado en la memoria de todos fue la experiencia misma del festival. Desde jóvenes hasta metaleros de vieja guardia y amantes de los animales se encontraron en un mismo lugar para compartir música, solidaridad y amistad. En cada rincón se respiraba una energía distinta, de esas que no necesitan exageración para describirse: era la vibra de la comunidad. Un público entregado, respetuoso y con la convicción de que apoyar una causa es sinónimo de la rebeldía más pura.
El Capidogs Metal Fest 3 demostró que su evolución es real. De ser un evento que surgió con la intención de ayudar, pasó a convertirse en un encuentro de referencia dentro del calendario metalero de Bogotá. El hecho de que La Media Torta lo acoja es también una señal de reconocimiento: el festival ya tiene un lugar en la historia cultural de la ciudad. La participación activa de las bandas, que no dudan en sumarse y poner su música al servicio de algo más grande, refuerza la importancia de esta propuesta.
Al caer la tarde, con La Media Torta aun vibrando y los asistentes cansados pero sonrientes, quedó la certeza de que el metal puede ser duro, puede ser rebelde y puede ser feroz, pero también puede ser solidario. Que cada kilo de comida entregado no solo alimenta a un perro en la calle, sino que alimenta la idea de que la música transforma, une y construye. Y que en el rugido de una guitarra o en el aullido de un dobby, hay un mismo mensaje: aquí estamos, juntos, luchando y celebrando la vida.
Capidogs Metal Fest 3 no fue solo un festival, fue una jornada donde el metal bogotano abrazó a los animales y a su gente. Y si algo dejó claro, es que la rebeldía no está reñida con la ternura. Al contrario: cuando se juntan, la música late más fuerte.
