Redacción: Joel Cruz
Fotografía: Zulma Palacios
Después de su exitosa parada en el Teatro Coliseo de Chile con los reyes del speed metal Exciter, el fervor californiano de Death Angel se prepararía para su retorno a la capital colombiana. Estas líneas se escriben un miércoles, pero no estoy aquí para decir mentiras: el thrash no tiene límites en el reloj ni en el calendario.
Se podría decir que escuchar el género que va ligado hasta la médula con figuras al nivel de Slayer o Exodus es bueno en cualquier momento: levanta el ánimo, sacude la mente, el cuerpo y nos pone alerta frente a los desafíos diarios.
En los ochenta, el metal tomó velocidad, confianza, estridencia e incluyó en sus vivencias temáticas más explícitas, lo que empalmó a la perfección con la situación sociopolítica nacional desde entonces. Actualmente, si no es el estilo metalero más aclamado popularmente, sí es uno de los que goza de mayor predilección entre los fans de todas las edades; así que no es raro apreciar su influencia entre adolescentes que apenas empiezan a vivir y captan su esencia de inconformismo ante todo lo teóricamente hablando, normal.
Por este y otros motivos, la visita de este “ángel de muerte” estuvo cargada de una legión con botas bien puestas y el ansia de adrenalina en su pico más alto.
Los primeros en demostrar la euforia sobre el escenario fue una interesante agrupación mexicana llamada The Unholy, una amalgama de groove y thrash con mucha energía por delante. El trío hizo lo propio y dejó con ganas de más. Su álbum 2019 «Enmity» es una prueba del potencial. Guarden este dato.
¡La hora llegó! Death Angel acudió al “llamado de las armas” evocando un “amo del odio” que nada perdona, e hizo lo que mejor sabe hacer: propagar la fe thrash en un mundo tan caótico y desastroso como aquel que lo vio nacer.
Durante el paso impío entre cada uno de los temas, Mark Osegueda destacó con una voz entrenada y madura. Revivió las huellas de su canto en décadas pasadas, reivindicando lo que durante años ha sido registrado en estudio para la banda.
En cuanto la percusión, el aire experto y técnico de Will Carrol fue preciso para identificar la dirección que por años el grupo ha tomado, levantando desde sus cimientos un sonido en el cuál la innovación es todo un reto. Un maestro de la batería, también fanático del death metal y ni hablar de la dupla en cuerdas, Ted Aguilar y Damien Sisson.
El ángel cegador de vidas se encargó de traer a Colombia una colección de canciones digna de su grandeza; la fuerza de sus clásicos invocó desde lo profundo de la noche una velada en torno al mosh y el instinto primitivo de la música.