Por: Joel Cruz
Fotografía: Archivo, Mochila Wild
Desde este milenio, el metal extremo de Colombia ha venido reclamando su lugar en medio de una apretada congestión de conciertos y cuyos grandes sobresalientes son con regularidad las agrupaciones extranjeras.
Si bien, en varios de estos eventos existe un afán por enseñar al público una muestra significativa de lo que se está haciendo en materia de música local, pareciera que este tipo de espacios son muy dispersos; por ende, una vasta apreciación del «cuadro metalero nacional» en los últimos años, obliga a seleccionar toques con distintos orígenes, estándares de calidad y ubicaciones de recintos dispuestos al espectáculo. Por lo tanto, el tiempo se pronuncia como ese recurso imposible de desperdiciar y el cuál es justo usarse con prudencia para ver y escuchar el mayor número de bandas posibles, a fin de hacerles seguimiento y disfrutar de sus propuestas.

En consonancia con la naturaleza de la marca, el sello Viuda Negra Music le entregó a sus seguidores una nueva versión de su festival metalero. Como se ha vuelto costumbre, la extensa serie de shows ha seguido exponiéndose como una tarjeta de presentación de cara a los fans que han demostrado atracción por sus bandas apadrinadas e igualmente, por los grupos que siguen cultivando virtudes a través de un estilo de vida underground, acorde a las maneras de esta modalidad; con sus espectadores concretos y dinámicas de circulación musical establecidas. A su vez, adoptando hábitos en que los cimientos culturales del género son una prioridad por encima de las ambiciones comerciales.
En las profundidades del Seol
Dos largas jornadas bastaron para que la organización de Viuda Negra Metal Fest le demostrara al circuito capitalino el ángulo del plano fuerte que su sello promueve. En una serie de presentaciones hechas mientras las horas rodaron sin cesar, la sonoridad del metal se hizo sentir en el Ace Of Spades Club, causando opiniones mixtas desde la presentación de apertura.
Infernal Rebellion con su álbum ‘Ritual ceremony’ dio bautizo al concierto. Con su acto, el black metal preparó el terreno durante la noche del viernes 14 de marzo y con actitud de hierro, pues este disco compacto (el formato físico hace parte del rito, inevitable y desafiante a la vez) es un trabajo digno de figurar en la colección de un fan consagrado al culto negro colombiano. La buena percepción siguió con Daemoni y Desalmatvs, de Palmira (Valle del Cauca). Con esta tríada, al público le quedó claro que el black tiene una fuerza preponderante en el subterráneo local. Sus detractores pueden cuestionarlo, pero este estilo posee sin duda alguna, carácter y tenacidad; en ciudades y poblaciones del país, es dueño de una larga tradición que también marca creatividad, algo difícil para un esquema metalero que nunca ha andado con «aguas tibias». El ámbito entraba en calor y la cerveza en un frío perfecto.

En un giro curioso del destino y mientras los asistentes apreciábamos todo el potencial de los veteranos Misanthrope, llegó la primera agrupación foránea de la noche: Sacramentum. Los lectores de esta nota podrán sacar sus conclusiones del caso, pero quien les escribe, cree que el show de los suecos ha sido el mejor desde que tuvieron contacto con esta nación. El grupo de Nisse Karlén y Anders Brolycke se encargaron de lograr la mayor capacidad del lugar y el espectro más profundo de aquella velada. El frontman nuevamente hizo gala de su versatilidad en las tablas, ya que el teatro es fundamental en su canto. Hay que decirlo, las canciones de su obra ‘Far away from the sun’ volvieron a sonar agresivas en las gargantas de sus seguidores.
Para infortunio de la medianoche, Mysteriis de Medellín y los guatemaltecos Seol debieron soportar la ausencia del público que se retiró apenas finalizó Sacramentum. Una mala alternativa, teniendo en cuenta que los centroamericanos tuvieron un rol protagónico en el VMF. Para alivio del grupo, pero en especial de la gente, Seol repetiría recital en la velada siguiente. Queda manifestado, eso sí, que gran cantidad de metaleros son (somos) fieles a los conjuntos europeos, pero no miran (miramos) con la misma pasión, las evoluciones artísticas de otros lares ni tienen (tenemos) un espíritu curioso. Seol, por ejemplo, es una agrupación con más de 25 años de carrera y su turno en tarima lo dio a entender con creces.

Cuando el río suena, el canto de los muertos lleva

La variedad es quizás la cualidad que mejor define al Viuda Negra Metal Fest es su congregación del 15 de marzo. En un comienzo, es posible mencionar el caso de AzagotH, doom de Manizales. Su corto tiempo en escena fue insuficiente para percibir con calma la adaptación en vivo de su debut profesional ‘From the deep’, al menos un puñado significativo de sus canciones. En síntesis, el grupo merecía mejores condiciones de horario.
Un factor lamentable, teniendo en cuenta sus buenos caminos ya emprendidos con presentaciones tanto en Pereira como en su ciudad natal.
Behind The Mask, el thrash old school deRiler y la excentricidad del heavy ortodoxo con Evil Heart continuaron dándole fuego al encuentro. Desde Paraguay, Zeitgeist le otorgó un color gótico a las circunstancias. En este espacio de la nota, aprovecho para expresar un saludo a Germán Luque (Rebelión) de Sobibor; banda que estuvo programada inicialmente para el evento y que por cuestiones de salud por parte de su líder, no lo logró. ¡Que pronto venga la revancha de ‘metal primitivo’!

En su velada final y directamente del Carmen de Viboral (Antioquia), la honra fúnebre de Vitam Et Mortem dejó su estela ante los espectadores. La ceremonia cumplió con su cometido. El río de la muerte circuló por las almas inertes de quienes ya se fueron, vidas arrebatadas por las tragedias del abismo terrenal. El arrullo execrable de la Estigia que cuida de los difuntos en su sueño recóndito. Nacemos de la tierra y regresaremos a ella…
Yoth Iria, el auténtico culto griego del black metal visitó Colombia para cerrar con decoro el Viuda Negra Metal Fest en su entrega 2025. Su puesta escénica dejó en evidencia que la herencia helénica aún es parte de la ‘Atenas sudamericana’ de antaño. Su manto negro cubrió Bogotá con una extraña familiaridad. Los toques de metal, aunque lleguen a ser complicados, son aún la experiencia máxima de la canción. La oportunidad viva de afrontar los misterios de la creación humana en su esplendor sórdido. El underground, identidad pura del metalero, un estandarte que se lleva a diario y en legítima comunión con nuestra personalidad.