La entrega número 29 de Rock al Parque, realizada del 21 al 23 de junio de 2025 en el Parque Simón Bolívar se llevó a cabo bajo la lluvia (como raro) y bajo el lema «Bogotá es mi casa, es la casa del rock». Desde la primera agrupación en tarima, el festival se puso en la tarea de remangarse las mangas de su traje e intentar conectar con audiencias dispares. La participación de colosos como El Cuarteto De Nos, K93, Hirax, Él Mató A Un Policía Motorizado, Don Tetto, A.N.I.M.A.L, Los Cafres, Tenebrarum, Descartes A Kant, Dismember o Polikarpa y Sus Viciosas —junto a un cartel más surtido que miscelánea de barrio— mostró una faceta inclusiva con viejos asistentes nivel experto y generaciones de TikTok, todopoderosos del algoritmo. Para los gustos y los colores, pasando por lo nacional, lo importado y lo local, el encuentro anual más interesante de la capital hizo lo propio a seis lustros (se leyó bonito eso) de que esta aventura comenzara el viernes 26 de mayo, durante 1995. Todo parece indicar que por ese entonces, Vértigo abrió dicha jornada inicial.
Punk y Metal, los amos del desorden están en casa: ¡Todos de pie!
Levante la mano el artista que le ha tocado fácil abrir —con llaves en mano— las puertas del festival un sábado temprano. En Plaza, Herejía. Transgresores de todo, hasta para tocar tonadas oscuras con un cielo y claro despejado (bueno, casi). A otro lado del Simón Bolívar, Mortalem y sobre todo, Okinawa Bullets prendían la fiesta a su modo. El poder de Dead Silence y los vallecaucanos Rain Of Fire calentaron los ánimos de los metaleros algo entumecidos por el clima.
Tenebrarum tiñó de pompas fúnebres el escenario y Reencarnación le metió fuerza primitiva a la cosa. El recorrido con botas pantaneras siguió, el perrenque se negaba a desfallecer. El sabor punkero regresó al evento (aplausos), por lo que Sin Pudor, junto a Polikarpa y Sus Viciosas hicieron los honores, para deleite de su gente. La frescura en la parrilla siguió con Hirax, héroes de la velada; la magia ritual de Cemicán y el latin powerde A.N.I.M.A.L abrieron en dos los corazones más duros, puro Delorean hacia los años mozos de los argentinos. Devasted y Somberspawn entregaron señores shows en excelentes horarios, al igual que el death melódico de Keep The Rage, para finalizar con Black Pantera (nada que ver con Phil Anselmo), Belphegor de Austria y los suecos de Dismember. Sea como sea (a pesar de que el sonido siempre puede ser mucho mejor), al metal usualmente le tocan invitados internacionales de lujo.
Fusión de indie, armonía y realidad virtual: Bienvenidos al futuro (¿Luego ya no vivimos en él?)
Para los oídos más curiosos, Los Rabanes, Apolo 7, Allison y Hermana Furia estuvieron a la orden del prisma musical. Entre capas de plástico con cigarrillos, Los Cafres y Él Mató A Un Policía Motorizado añadieron personalidad y carisma a un RAP de asistencia algo irregular. Además, el performance y el espectro digital de Descartes A Kant le otorgó estatus al escenario Eco, insuficiente para el arte demostrado por el grupo tapatío.
Se enriquece la experiencia: El recuerdo, el rock romántico y la rumba crossover
El evento cumbre del programa distrital Festivales al Parque resaltó como una versión integral y de percepciones mixtas. Cálida, alegre, diversa y con una cifra promedio de 250.000 asistentes en el Simón Bolívar, algo que ojalá el otro año mejore. Don Tetto (y su increíble pirotecnia) merece medalla de honor por convocar a miles de sus fans, como los espectadores más entregados a una banda nacional para el lunes 21 de junio. No obstante, el hardcore, la rebelión real del asfalto, se hizo sentir con los zipaquereños K93, Grito y Madball, agrupaciones que llenaron el escenario Bio By Elecrolit sin piedad. Según muchos visitantes en redes sociales, la repartición de tarimas y horarios pudo ser más efectiva; así que, vox populi, vox dei. A propósito de eso, Escenario Eco se llevó todas las flores en el festivo, gracias a sus bandas categoría hotel fino, cinco estrellas. En ese orden (el mismo de la programación): Rex Marte, los europeos Carmen Sea, The Monic (con su camaradería vecina) y el dúo Bala, de lo más esperado en general. Punto extra para El Gran Silencio.
La Derecha se presentó como homenaje a la memoria de su pasado glorioso y su trono de pionero, por haber puesto la primera piedra en la edición inaugural. En aquella ocasión, la Plaza de Toros fue el cenit del alternativo criollo, telón pintado igualmente por Aterciopelados y las 1280 Almas. En palabras de Fernando Del Castillo: «Hace años pensábamos que el rock iba para alguna parte y se podía hacer algo con él». Como es costumbre, rito, infancia de incautos y sacos de lana de desadaptados en sus lánguidos veinte, «Ay, qué dolor» sonó magnífica, latina, bohemia y afilada para el pogo; igual que otras tantas veces.
El Cuarteto De Nos fue el acto final no va más de un ícono cultural para esa larga línea que toca desde México hasta La Patagonia, al menos para este año. Sus tres escenarios cubrieron un abanico musical gigante, especial en el fondo. Las zonas de emprendimiento fueron desplazadas a una mejor ubicación (¡bravo!). Los espacios de conversatorios y segmentos de DJ’s acercaron con buena intención la vida nocturna bogotana como se vive realmente, entre la exploración y lo que prolifera bajo tierra. Con unos ajustes en conectividad a internet y mayor eficiencia de la logística, la estancia hubiera sido maravillosa, ya que la oferta gastronómica era amplia, amén de la cerveza Póker.
Emblema de actitud ambiental, Rock al Parque logró un hit con EcoFestivales: más de 30 promotores ecológicos coordinaron la escogencia de residuos, junto a otras tareas. El resultado fue la recolección y reciclaje de más de 4 toneladas de residuos, además del apoyo del Frailejón Ernesto Pérez y la WWF Colombia, encargada de proteger la naturaleza y conservar el medio ambiente. Rockeros y rockeros wanna be: cuidar el planeta es de todos, no es un hobbie solo de ñoños. ¡Pilas!