Por Wallada
En un estudio que parafrasearon por ahí, proveyeron el valioso dato de que la gente chismosa tiene un coeficiente intelectual alto. Y yo me considero lo suficientemente inteligente, así que mi gusto por enterarme de cosas y averiguar de dónde salen datos de este tipo —y varios trends— me ha llevado constantemente a lugares interesantes.
Uno de esos lugares es Latinaje, el último álbum de estudio de Julieta Cazzuchelli. Hace unas semanas, mientras navegaba entre miles de imágenes y videos en TikTok, vi un clip de jóvenes argentinos bailando chacarera, con la voz reconocible y dulce de Cazzu. A mí —una metalera confesa de pura cepa— esa canción me obligó a darme vuelta y querer saber más.
Ya estaba viral, así que sabía que iba a lanzar un álbum, pero no lo había escuchado todavía: mis preferencias suelen ir por terrenos más intensos. Sin embargo, ese hallazgo me llevó a un trabajo sorprendente. A partir de ahí caí en una espiral musical de la que no quise salir.
Porque Latinaje no es un álbum más: es un manifiesto emocional y cultural. Cazzu no se queda en la zona segura del trap —género que la consagró—: pone el cuerpo, la voz y el alma en canciones que atraviesan toda Latinoamérica. El viaje empieza con una copla —una baguala jujeña casi a capela, con ese aire agreste que recuerda a los cerros del norte argentino— y desde ahí la voz de Cazzu nos guía por ritmos y culturas variadas, como si se tratara de un mapa sonoro.
Lanzado el 24 de abril de 2025, el álbum debutó con 4,5 millones de streams en su primera semana. “Con Otra” superó los 100 millones de reproducciones y llegó al #1 en tendencias de YouTube. Pero más que los números, lo que atrapa es la historia personal que va desplegando en cada pista.

En Dolce, por ejemplo, Cazzu no cuenta una simple historia de amor: lanza un desafío a quien la lastimó, con una base que fusiona sensualidad y confrontación. El beat juega entre la cadencia urbana y una percusión carnal, como un duelo entre el deseo y el reproche.
En La Cueva, una balada melancólica, se abre paso la vulnerabilidad más pura: la voz de Cazzu suena frágil, casi como un susurro en medio de una habitación vacía. Es un tema hecho para escucharse de noche, con la luz tenue, dejando que la nostalgia golpee suave pero certera.
Mientras tanto, Engreído se mueve entre bolero y balada tropical: guitarras cálidas y un ritmo envolvente que recuerdan a una fiesta caribeña, pero con la letra cargada de independencia. No es un simple “te solté”: es decirlo con la frente en alto y un movimiento de caderas que convierte la despedida en celebración.

Cada canción es un capítulo de una reconstrucción emocional que, aunque nace del dolor, no se detiene allí: explora identidad, raíces y autoafirmación. Latinaje es un testamento musical que rinde homenaje a la diversidad cultural latinoamericana, con un profundo respeto por cada género que toca.
Este álbum se siente profundamente personal —porque lo es—, pero sin perder la humildad. En cada género hay cuidado por el origen: se puede llorar con una baguala, bailar una chacarera en comunidad, conmoverse con un bolero o desafiar con un corrido.
Latinaje sirve para llorar, bailar, sentirte parte de algo más grande: una cultura rica en matices, donde el romance es solo uno de sus rostros. Lo escuchas y puedes gritar con orgullo: “Soy latino”. Me sorprende decirlo, pero estoy enganchada con este álbum. Aunque mi pulso siempre ha latido fuerte por el rock, Latinaje me tiene atrapada. No dejo de escucharlo: lo pongo en el transporte, de camino al trabajo, en las tardes de cansancio, y siempre encuentro una canción que me habla de forma distinta.
Y si estás en Colombia y quieres vivir esta experiencia en vivo, pon atención: Cazzu estará el 4 de diciembre de 2025 en el Movistar Arena de Bogotá como parte de su Latinaje En Vivo Tour (cazzutour.com, tuboleta.com). Será una noche intensa, íntima y colectiva, ideal para celebrar lo que el disco representa: música hecha con el corazón y para el corazón latino.