Redacción: David Villamizar
Fotografía: Cristian García
El pasado 5 de octubre de 2025, el Movistar Arena fue testigo de una jornada que pasará a la historia del metal extremo en Colombia. En el marco del Unholy Trinity Tour, las agrupaciones Behemoth, Deicide y Nidhogg ofrecieron un espectáculo que combinó precisión, brutalidad y una producción impecable. Más que un concierto, fue un encuentro entre devoción y oscuridad, una experiencia que reafirmó la fuerza de una escena que sigue creciendo con pasión y madurez.

Con un aforo casi total, la energía del público se sintió desde los primeros minutos. Las luces se atenuaron, el humo cubrió el escenario y comenzó un ritual donde la música fue el eje de una conexión intensa entre bandas y asistentes.
Nidhogg abrió la noche con un sonido crudo y directo. La banda polaca, aún poco conocida en la región, mostró una propuesta sólida, con un estilo que mezcla la rudeza del black metal tradicional con una ejecución precisa. Su presentación, breve pero efectiva, captó la atención del público. El cover de “Territory” de Pantera, interpretado con respeto y contundencia, fue el punto que marcó su vínculo inmediato con la audiencia local.



Luego llegó el turno de Deicide, verdaderos veteranos del death metal. La agrupación estadounidense, liderada por Glen Benton, demostró que el tiempo no ha mermado su poder escénico. Su sonido fue demoledor, su energía intacta. Con canciones como “When Satan Rules His World”, “Scars of the Crucifix” y “Dead by Dawn”, la banda repasó gran parte de su carrera, y el público respondió con una intensidad que se sentía en cada rincón del recinto. Benton, con su voz inconfundible y actitud desafiante, mantuvo la atención de todos. Su actuación fue una clase magistral de técnica, precisión y brutalidad.
El cierre estuvo a cargo de Behemoth, quienes transformaron el Movistar Arena en un auténtico ritual de oscuridad. Desde su aparición en escena, se percibió la magnitud del espectáculo: luces, fuego, vestuarios y una puesta en escena que no solo acompañaba la música, sino que la elevaba. Nergal, con su habitual presencia dominante, encabezó una presentación cargada de fuerza simbólica. La banda repasó temas de distintas etapas, incluyendo “Ora Pro Nobis Lucifer”, “Bartzabel”, “Conquer All” y “O Father O Satan O Sun!”. Cada interpretación fue ejecutada con precisión milimétrica, combinando la agresividad del death metal con la mística del black.

El sonido, impecablemente balanceado, permitió distinguir cada instrumento sin perder potencia. La iluminación, cuidadosamente programada, reforzó la atmósfera ritual que caracteriza a los polacos. El público respondió con una entrega total, coreando, levantando los brazos y viviendo cada nota con una intensidad poco común. La comunión entre banda y audiencia fue total; por momentos, el concierto se convirtió en una experiencia compartida más allá de lo musical.
El Unholy Trinity Tour en Bogotá fue un ejemplo de organización, potencia y calidad artística. Cada banda aportó su esencia para construir un relato de metal extremo que trascendió lo sonoro. Nidhogg mostró el futuro de una nueva generación; Deicide, la permanencia de la brutalidad clásica; y Behemoth, la evolución hacia una forma de arte escénico total.
Cuando las luces se apagaron y los aplausos llenaron el recinto, quedó claro que esta no fue una noche cualquiera. Fue una celebración del poder del metal y de su capacidad para conmover desde la oscuridad. Behemoth cerró con una actuación monumental, dejando tras de sí una mezcla de asombro y euforia. Bogotá vivió una noche de blasfemia, furia y entrega total, una de esas que confirman que el metal sigue latiendo con fuerza en el corazón de la ciudad.


